A mis hijos Sergio y Adrian
No habrá dinero en el mundo
que pueda pagar las vidas
que nos fueran arrebatadas,
porque no tienen precio.
No alcanzarán las aguas de todos los océanos
para limpiar las playas de nuestra congoja.
No alcanzará el aire de todo el planeta,
para sofocar los suspiros que anteceden al llanto.
No logrará el viento que castiga el horizonte,
secar las lágrimas que nuestros ojos derramaron, derraman y derramarán.
Pero si logramos salvar a uno ¡SOLO UNO!
de tus hijos.
Si logramos que uno ¡SOLO UNO! de los asesinos
de los nuestros, se quede en la cárcel de por vida,
habremos alcanzado el objetivo que venimos persiguiendo,
y éste, un batallón de madres mutiladas,
que solo esgrime el amor y la verdad,
habrá vencido al ejército de los poderosos,
de los mercaderes de la muerte,
que se creen dueños de la vida, de los sueños y del futuro
de aquéllos que nos pertenecieron y nos pertenecen.
Por la inocencia mancillada, por la sangre derramada,
por los años de dolor, y por la injusticia cometida
yo , les digo, hijos , aquí, en esta tierra que duele
y allá, en la gloria prometida,
duerman tranquilos,
vuestra madre está aquí y nada ni nadie la detendrá.
María Teresa Schnack de Schiavini
29 de Mayo de 2002.